Siempre se dice que tu casa habla por sí misma, es decir, supone un reflejo de tu personalidad. Los ambientes que logramos no sólo pueden resultar acogedores, sino que reflejan las emociones de quiénes viven en ellos. Y los colores, en este sentido, son armas fundamentales para describir tu temperamento, ya que son capaces de ayudarte a expresar, sin palabras, lo que piensas de tí misma. Por tanto, oriéntate acerca de cómo combinar adecuadamente aquellos matices que siempre te han atraído y asimismo, los efectos que puedes lograr con ellos en las paredes de tu hogar.

Las tonalidades cromáticas están en todas partes, en todo el entorno que nos rodea. Desde objetos, la naturaleza, nuestras vestimentas etc, sin embargo, nos vamos a centrar en cómo influye el concepto del color en el aspecto decorativo de nuestras casas, concretamente a la hora de pintar las paredes.
Se trata de una elección fundamental a la hora de habilitar el hogar ya que la tonalidad elegida permanecerá durante bastante tiempo plasmado en las paredes, y sin darnos cuenta, logrará que el ambiente que hayamos entonado sea acogedor y agradable o bien, todo lo contrario.
En primer lugar, debemos entender que los colores generan una serie de efectos sobre nuestra mente. Siempre que observamos un color vivo, tendemos a decir que inspira alegría, jovialidad. Esta sensación no es un estímulo personal o una frase hecha sino que responde al objeto de estudio de la colorterapia. Se trata de una ciencia que investiga la forma en que los colores influyen en nuestro estado de ánimo. Esta disciplina defiende que cada tono se corresponde con una emoción y también con un estado anímico.
Psicología del color
Según los estudios realizados, se refleja que en función del color que predomine en nuestro entorno, nos encontraremos con un mejor o peor estado de receptividad. Un solo color puede hacernos radiar de felicidad o bien hacer que nos compadezcamos de nosotros mismos, por lo que a la hora de pintar nuestra casa deberemos elegir matices adecuados en función de la estancia elegida.

Por el contrario, los colores cálidos estimulan y favorecen la actividad física e intelectual, por ello, pueden usarse por ejemplo en despachos, recibidores, o en la cocina. En definitiva, el uso que se la vaya a dar a una habitación o la orientación de la misma (más o menos luminosa), determinará la conveniencia de la utilización de un color u otro.
Las coloraciones, como veremos después, también van a permitir modificar la apariencia de los ambientes. Por ejemplo, para lograr que un techo parezca más alto deberá pintarlo en una tonalidad más clara respecto al de las paredes o incluso pintarlo de blanco. De esta manera, simulará mayor altura de la que tiene. Si en el caso contrario, son las paredes las que queremos que parezcan más altas, una de las mejores recomendaciones es que sean bicolores, con una división entre los dos colores ubicada a media altura. Eso sí, el color de la zona superior de la pared debe ser más claro que el de la zona inferior.
Los diferentes colores
Para finalizar con el efecto psicológico de los colores, vamos a hacer un pequeño resumen de lo que, según los estudiosos, cada tono genera en nuestro estado de ánimo. En primer lugar hablaremos del rojo, el cual tiene una poderosa acción estimulante sobre nuestra mente.

El verde y el azul contribuyen a generar efectos similares. Si se usa en exceso puede tornar un ambiente monótono, pero si lo aprovechamos correctamente creará un efecto calmante y relajante, especialmente, para aquellos ambientes de reposo.
Los tonos anaranjados y amarillos estimulan el sistema central nervioso e inducen a la jovialidad. Al tener tanta luminosidad pueden ser idóneos para aquellos ambientes con poca luz natural. No obstante, al igual que en casos anteriores, es conveniente aplicarlo con moderación porque puede resultar irritante si sólo predomina ese color.